CARLOS MEJÍA
La conclusión del superciclo de las materias primas ha constituido un duro golpe a la economía de los países exportadores, que han experimentado una drástica reducción del ingreso de divisas, los cuales han devaluado sus respectivas monedas a fin de asegurar el equilibrio externo en el mediano y largo plazo.
En nuestro país, después de 11 años de superávits, se registra un déficit comercial al tercer trimestre de 2015 de 247 millones de dólares, excluyendo reexportaciones y efectos personales (IBCE). Obviamente, de haberse producido una devaluación el déficit comercial hubiese sido menor, pero el Gobierno privilegia la política a la economía.
Naturalmente, esta situación ha afectado a nuestro sector productivo, que ve cómo el atraso cambiario restringe las exportaciones y alienta las importaciones legales e ilegales, las mismas que constituyen una competencia desleal que genera destrucción de empleo.
Ante el auge del contrabando y los reclamos de los productores, la Aduana anuncia la ejecución de operativos, pero, dada su escasa credibilidad, mientras no se devalúe la situación no cambiará.
Como si no fuese suficiente, nuestros sectores productivos y exportadores tendrán que encarar dos eventos externos, como ser: a) La elevación de los tipos de interés en Estados Unidos, prevista para diciembre, ha determinado la revalorización del dólar frente a las demás monedas y, simultáneamente, del boliviano, por estar hace cierto tiempo con un cambio fijo.
En otras palabras, Bolivia no sólo no devalúa, como los demás países afectados, sino que revalúa su moneda, generando una brecha de competitividad mayor que frena las exportaciones e incentiva, aún más, la elevada propensión a importar de nuestro país.
b) El cambio de gobierno en Argentina supone la devaluación del peso y la eliminación progresiva de las retenciones a las exportaciones. Ambas medidas significarán una mejora notable de la competitividad de sus productos y constituirán un gran estímulo a sus exportaciones, por lo que se puede prever un incremento de los flujos comerciales, legales e ilegales, destinados a nuestro país en detrimento de la producción nacional.
Por lo tanto, se puede concluir que de mantenerse el atraso cambiario la situación podría ser agravada por una mayor apreciación del dólar y una posible avalancha de productos argentinos, generando condiciones insostenibles para los diferentes sectores productivos nacionales que se verán en franca desventaja para competir. Asimismo, los sectores exportadores se verán notablemente perjudicados por la brecha de competitividad generada por las devaluaciones de los países de destino y muchas empresas perderán sus nichos de mercado, tan difíciles de consolidar.
Carlos Mejía Soto es economista.
Tomado de paginasiete.bo