FERNANDO MOLINA

El pertenecer a la eurozona, eso que antes había sido fuente de orgullo y esperanza para los habitantes de la isla de Chipre, el 15 de marzo se convirtió en una pesadilla.

Desde ese día los bancos chipriotas están cerrados para evitar un masivo retiro del dinero que custodian, como consecuencia de que quienes manejan la eurozona (la “troika”, compuesta por el Banco Central Europeo, la Comisión Europea y el FMI) empujaron al Gobierno chipriota a aplicar un “impuesto a los depósitos” de entre 6% y 9%. Esta ocurrencia fue la peor de las muchas malas ideas que ha alumbrado la tecnocracia europea a lo largo de la crisis. Ni siquiera tenía carácter ejecutivo: debía ser aprobada por el parlamento chipriota, que, como es lógico, la rechazó. Lo único que la iniciativa provocó, entonces, fue un “corralito bancario” -para usar la nomenclatura creada por los argentinos durante la crisis de su país en 2001.

Durante este corralito -que ahora tiende a flexibilizarse, pero que no se ha suspendido ni mucho menos- los chipriotas recibieron un máximo de 100 euros por día a través de los cajeros automáticos, frente a los que se formaron (y se forman) largas filas. El crédito se canceló, las tiendas y restaurantes rechazaron las tarjetas, miles de trabajadores de la industria financiera cayeron en una situación de enorme vulnerabilidad. Las consecuencias económicas de semejante catástrofe (que, insisto, no ha terminado) todavía no se pueden cuantificar. El país venía de decrecer 2% en 2012; tiene una deuda fiscal de más del 70% del PIB y un desempleo de alrededor del 12%. Con certeza que estos indicadores se tornarán peores en el futuro.

Sin autocriticarse con claridad por esta primera y monumental torpeza, la troika y el Gobierno chipriota retrocedieron para no afectar a los depositantes pequeños, pero no cedieron en las concepciones -de factura alemana- que están detrás de su pretensión de tomar una parte de los depósitos para impedir la bancarrota.

Concepción primera: Los contribuyentes (léase votantes) de Europa del norte no tienen por qué pagar los excesos de quienes actuaron irresponsablemente en el sur, así que lo menos que se puede esperar es que éstos aporten, no importa con qué sacrificios, a su propia salvación. Para acceder a los 10.000 millones de dólares de apoyo europeo, los chipriotas deben constituir otro fondo por la mitad de este valor, es decir 5.000 millones. Como no tienen de dónde sacarlos, como no pueden ampliar la deuda gubernamental más y como no pueden imprimir moneda (justamente porque su país forma parte de la eurozona), entonces no les queda más que echar mano de los depósitos. De esta manera, Chipre evita la quiebra, pero liquida su industria financiera, la principal de la isla.

Concepción segunda: Afectar los depósitos, que en general se considera la última opción de un rescate bancario, es la primera en el caso de Chipre, porque sus banqueros no tienen suficiente patrimonio para responder por el desastre, la nacionalización es imposible y porque durante años la isla fue un “paraíso financiero” que ofrecía altos intereses a inversionistas dudosos, los cuales se beneficiaron en exceso, en muchos casos lavaron dinero, y ahora deben pagar por esto. Se supone -no existe un dato definitivo- que los rusos tienen la mitad de los depósitos de la isla, 20.000 millones, en depósitos de, mayormente, 500 mil y más euros.

Concepción tercera (y más importante, ya que las otras dos dependen de ella): El dolor escarmienta.

De estas concepciones se deriva el “paquete” de medidas económicas que se aprobó el pasado domingo. Se traspasan los depósitos de menos de 100 mil euros del Banco Laiki, el segundo más grande del país, al Bank of Cyprus, el primero. Éste se convierte en el “buen banco”, mientras que el primero queda como el “banco malo”.

Todos los depósitos superiores a los 100 mil euros se congelan y pueden ser afectados (tal será el caso de los del Laiki) hasta en un 40%. Los depositantes recibirán, a cambio, acciones bancarias (lo que, si el propósito de éstos era lavar dinero, les facilitará el hacerlo).

Además, Chipre debe privatizar empresas, aumentar impuestos y cortar los gastos fiscales.

Hubo un crimen y ahora, en consecuencia, habrá un castigo. Tal es la mística de los países con mucha nieve'

Seguramente a algunos les alegrará saber que los oligarcas rusos (y de otras nacionalidades) serán golpeados. Otros dirán que por una vez las principales víctimas de un programa de ajuste serán los bancos, pícaros que atraían a las moscas con la miel de los intereses y prestaban su dinero a los griegos (quienes, por la crisis, luego no pudieron devolverlo). Algunos pensarán que ahora Chipre debe ajustar las cuentas con sus irresponsables ex dirigentes.

Pero para los chipriotas del presente, metidos en una moneda que no controlan (y que, todo hay que decirlo, no merecen), dependientes por tanto de la tecnocracia que maneja tal moneda, y que no toma decisiones sobre la base de sus necesidades, sino pensando en la coyuntura electoral y el sentido de la moral de otros que no son ellos, todo esto simplemente es una pesadilla. Y la pesadilla no ha hecho más que comenzar.

Periodista y escritor

Tomado de paginasiete.bo

Pin It