Economía

EDUARDO BOWLES

Noruega, ubicado al norte del Europa, gélido y lejano, donde el sol se oculta en gran parte del año, acaba de ser calificado como el país más feliz del mundo en el índice de felicidad mundial 2017, de acuerdo a un estudio que viene realizado la ONU desde 2013 en 155 naciones. La República Centroafricana ocupa el último lugar y en América Latina, el mejor ubicado es Costa Rica, seguido de Brasil, México, Chile y Panamá. Conviene decir que de los diez países ocho son de Europa y solamente Australia y Nueva Zelanda no forman parte de este continente.

Muchas cosas se pueden decir de Noruega, pero fundamentalmente se debe afirmar que se trata de un pueblo muy bien informado. Tiene uno de los índices de lectoría de diarios más altos del mundo; el número de ejemplares vendidos es casi equivalente a la cantidad de hogares. Figura entre las que más libros edita; las que tiene más bibliotecas públicas y para estar a tono con la tecnología, posee uno de los servicios de internet más veloces y recientemente el gobierno noruego ha puesto en marcha un proyecto para digitalizar los libros de todos los archivos estatales para ponerlos al servicio de la gente, absolutamente libre y gratuito.

EDUARDO BOWLES 

Habría que preguntarle al Gobierno qué pasó con el préstamo de siete mil millones de dólares que hizo el Gobierno chino hace un año. Tal vez puedan rendir cuentas de los más de cinco mil millones de dólares de las reservas internacionales que se esfumaron en los últimos dos años. En realidad, a estas alturas valdría la pena hacer un balance de los 17 mil millones de dólares de deuda que ha acumulado Bolivia en la última década, la de mayor bonanza de la historia. Es más, los bolivianos merecen una respuesta coherente de los más de 150 mil millones de dólares que manejó este régimen desde que llegó al poder en 2006.

francisfukuyamaFRANCIS FUKUYAMA

Un cuarto de siglo después de haber publicado su aclamado y polémico libro "El fin de la Historia y el último hombre", Francis Fukuyama está preocupado.

ROBERTO CACHANOSKY 

Uno de los temas que suele preocupar a políticos y economistas es el de la distribución del ingreso. El famoso coeficiente Gini que pretende medir la distribución del ingreso es citado en trabajos científicos y en artículos periodísticos como la palabra de Dios y en rigor, en mi opinión, cómo se distribuye el ingreso no es tan relevante como el nivel de ingreso y de pobreza.

Veamos un ejemplo. Supongamos que en el momento 1 los sectores que menos ganan tienen un ingreso de 100 y los que más ganan tienen un ingreso de 1000. La diferencia entre el que más gana y el que menos gana es de 10 veces.

Ahora bien, imaginemos que en ese país se aplica una adecuada política económica que genera un gran crecimiento, aumento del ingreso real de la población y la pobreza tiende a cero, pero el que menos gana tiene un ingreso de 1500 y el que más gana de 18.000, el coeficiente Gini va a dar que empeoró la distribución del ingreso porque el que más gana ahora tiene un ingreso 12 veces mayor que el que menos gana. Si antes la diferencia era de 10 y ahora de 12, según esta visión de la economía la gente está peor porque aumentó la brecha entre el que más gana y el que menos gana.

Sin embargo, el que menos gana ahora, gana más que el que más ganaba en el momento 1. Antes el que más ganaba tenía un ingreso de 1000 y ahora el que menos gana tiene un ingreso de 1500. A pesar de la mayor brecha entre el que menos gana y el que más gana, el que menos gana pasó a estar mucho mejor que el que más ganaba en el momento 1, con lo cual la distribución del ingreso es un gran verso populista. Basta con ver el período kirchnerista en que sus funcionarios pasaron a ser multimillonarios pero se llenaban la boca con la distribución del ingreso y dejaron a un tercio de la población sumergida en la pobreza.

El punto que quiero resaltar es que no debería interesar si algún sector tiene un ingreso muy alto respecto a los que menos ganan, sino que los que menos ganan, ganen lo suficiente como para tener una vida con todas sus necesidades más elementales bien satisfechas, capacidad de ahorro, de tomarse buenas vacaciones, acceso a buena educación, salud, etc. Lamentablemente al poner el acento en el tema de la distribución el paso siguiente es aplicar políticas de redistribución del ingreso. Se ve como moralmente correcto que los políticos le cobren más impuestos a los que más ganan para transferírselos a los que menos ganan. La famosa justicia social.