Economía

GARY RODRÍGUEZ

Queriendo ser siempre honesto, empezaré diciendo que, antes que una inspiración mía, el presente artículo es más bien una paráfrasis sobre una larga opinión que recibí de un respetado economista –excatedrático mío y a la postre querido amigo, Lic. Javier Calderón Taborga– confirmando que lo bueno de tener una columna es que la gente se anima a opinar y uno aprende más de ello. La recomendación del indicado académico a los empresarios es la de lograr que el Gobierno se dé cuenta de que si bien pedir al empresariado que invierta en el país es fácil, el deseo y la decisión de hacerlo solo se concretará bajo condiciones mínimamente favorables, reseñando algunos aspectos claves que paso a comentar.

ARMANDO MÉNDEZ 

El principal indicador para analizar el comportamiento de la economía es la tasa de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) en términos reales. Con esto lo que se requiere medir es la expansión de la economía tanto como productora de bienes como de servicios, al margen de la variación de precios. Con esto la economía mide la variación del “volumen”.

También se puede medir el PIB en términos nominales, situación en la cual se toma en cuenta la variación de precios. Cuando la tasa de crecimiento del PIB en términos nominales es muy superior al medido en términos reales, quiere decir que la economía vive en un proceso de inflación de precios, lo que se refleja en el aumento de la economía en términos monetarios, pero no reales.

CARLOS MIRANDA

Las noticias del fracaso de la búsqueda de petróleo en Lliquimuni, a un costo de casi 200 millones de dólares, después de 10 años de trabajo, constituyen el anuncio más negativo que se ha dado sobre la industria petrolera nacional en toda su historia.

MARIANO FERNÁNDEZ 

La inflación es un fenómeno ampliamente tratado en la literatura económica, sobre la que existe un amplio consenso acerca de causas y formas de atacarla. Sin embargo, genera en nuestro país discusiones acaloradas.

En primer lugar, la inflación es puramente un fenómeno monetario. Los intentos de explicarla mediante otras teorías han caído en desgracia desde hace, al menos, 35 años. El consenso sobre sus causas se focaliza en el papel de la emisión monetaria, los cambios en la demanda de dinero y el rol de las expectativas.

Todos ellos tienen un punto en común, que es el financiamiento monetario de algún desequilibrio del sector público (fiscal, bancario, etcétera). Sin desequilibrios, la demanda de dinero y las expectativas son estables; por lo tanto, no habría inflación.

Llama profundamente la atención cómo, desde círculos muchas veces ilustrados, se trata el problema de la inflación como puramente volitivo, donde frases como: "A la inflación la derrotamos entre todos" o "deberíamos disminuir las pretensiones salariales para controlar los precios" cobran sentido y se viralizan en la sociedad, que no tiene por qué saber acerca de causas y consecuencias de la inflación.

La inflación no es un problema que las buenas intenciones, los controles de precios o las sesiones de coaching puedan solucionar. Por esta razón, justificar la intervención del Estado en la asignación de señales, como son los precios, es más un grito desesperado de ignorantes que acciones de profesionales serios.