Economía

alvarovargasllosaÁlvaro Vargas Llosa

El Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, no tenía más que recordar al trato que dio Cuba a lo largo de décadas a gobiernos de signo ideológico contrario que se mostraron obsecuentes con él para saber que tarde o temprano el chavismo le hundiría el estilete en la espalda. Le hubiera bastado, para no ir tan lejos, tener en cuenta cómo trató Hugo Chávez a quienes juzgó débiles frente a él -incluyendo, por ejemplo, al anterior secretario general de la OEA- para entender que el apaciguamiento constante, el poner la otra mejilla diplomática todo el tiempo, no inhiben a la parte contraria de actuar en función de sus intereses más pequeños, sobre todo cuando, como es el caso del chavismo, no está en condiciones de comprender cuáles son los intereses superiores.

ANDRÉS OPPENHEIMER 

Escuchando los discursos de los presidentes de Argentina, Bolivia, Venezuela y otros países sudamericanos después del reciente frenazo de la economía China, pareciera que están viviendo en otro planeta. Todavía siguen hablando de los abundantes recursos naturales y materias primas de sus países, como si eso importara mucho en el nuevo mundo de Google, Apple y Uber.

Cuando Sudamérica se benefició de los precios récord de las materias primas por las crecientes importaciones de China en la decada pasada, varios presidentes de la región se embarcaron en una fiesta populista. No le prestaron mucha atención al hecho de que el mundo estaba moviéndose rápidamente hacia una economía del conocimiento, en que una empresa como Apple hoy día vale más que el producto bruto de varios países.

Pero ahora, la fiesta ha terminado, y América Latina se enfrenta a una tormenta perfecta: la desaceleración económica en China, la caída de precios de las materias primas, una fuga de los inversionistas internacionales a países más seguros, y la posibilidad de que la Reserva Federal de Estados Unidos suba pronto sus tasas de interés, lo que haría más caro para los países de la región obtener créditos o pagar sus deudas externas.

Para colmo, la mayoría de los países sudamericanos están mal preparados para enfrentar estos retos, porque tienen poco para exportar que no sean materias primas de bajo precio.

EDUARDO BOWLES 

Las apuestas son siempre irracionales, aunque los jugadores compulsivos frecuentemente buscan alguna señal esotérica de qué agarrarse para arriesgarlo todo: un sueño, alguna cábala o un amuleto. Pero cuando el gobierno boliviano decide apostarlo todo al petróleo no solo podemos creer que se han vuelto locos, sino que están condenando al país al despeñadero.

ROBERTO CACHANOSKY

Pareciera ser que, aún entre los colegas economistas racionales, obviamente no incluyo a los k, quitar el cepo se ha transformado en una ciencia oculta. Casi en una misión imposible. Les agarró como una tara con el cepo. Es como si las salchichas tuvieran racionamiento y un precio máximo y se argumentara que para eliminar ambas restricciones, previamente fuera necesario acumular un determinado stock de salchichas y 100 días de trabajo. Finalmente, el cepo y el tipo de cambio oficial no son otra cosa que un control de precios y regulaciones sobre una mercadería llamada dólar. Veo que varios de mis colegas economistas están dando demasiadas vueltas para eliminar el cepo. Es como si tuvieran miedo de liberar el mercado. No confían en la gente y creen que ellos son necesarios para la estabilidad del mercado.

Veamos, el cepo fue puesto inmediatamente después de las elecciones del 2011. El kirchnerismo siempre generó desconfianza en los agentes económicos pero Cristina Fernández potenció esa desconfianza ya en 2007 cuando se aceleró la fuga de capitales. En 2011 la desconfianza a su gestión económica se potenció tanto que antes de las elecciones hubo una gran hemorragia por la salida de divisas. Ella aguantó hasta las elecciones y ni bien tuvo el resultado, puso el cepo. Si lo hubiese puesto antes o lo hubiese anunciado, tal vez hubiese visto comprometido el resultado de su elección.

La realidad es que, por un lado, CF puso el cepo porque desde el punto de vista económico había huida del dinero a raíz de la fuerte expansión monetaria que realizaba el BCRA para financiar el creciente gasto público. Esto generaba mayor demanda de dólares y para que no subiera el tipo de cambio el BCRA perdía reservas en cantidades industriales vendiéndole al mercado dólares artificialmente baratos. Por otro lado, había desconfianza en lo institucional. Me refiero al atropello a los derechos de propiedad que amenazaba imponer el kirchnerismo. Como CF no estaba dispuesta a modificar ninguna de las dos cosas, ni a mejorar la calidad institucional, ni a tener disciplina fiscal para poder tener disciplina monetaria, decidió establecer el cepo creyendo que este era un sustituto de la calidad institucional y la disciplina monetaria.