
JORGELINA DO ROSARIO
Hace años que la Argentina no pasa el examen de libertad económica. La pérdida de posiciones a nivel global comenzó antes de la llegada del kirchnerismo en 2003, pero la caída se aceleró tanto en los últimos años que el país quedó en el puesto 169 entre 178 naciones, de acuerdo al ranking de Heritage Foundation, un think thank conservador ligado al partido Republicano en los EEUU. Junto a países como Congo, Irán y, en la región, Venezuela, el país tiene la libertad económica más baja desde 1995, y hoy se lo considera como una economía "reprimida o cerrada", de acuerdo a este ranking que la Heritage realiza junto al diario estadounidense The Wall Street Journal.
Arriba de la nota más baja, las economías del mundo son libres (como Hong Kong), mayormente libres (como Chile), moderadamente libres (Perú) y mayormente controladas, tal el caso de Grecia y China. "La libertad para invertir y la libertad financiera son las que más cayeron entre 2002 y 2015", aseguró James Roberts, investigador de Libertad Económica y Crecimiento de Heritage, quien llegó a Buenos Aires a presentar un reporte especial sobre el país, a pocos días de que Mauricio Macri se conviertiera en el nuevo presidente. "Hay cierta esperanza con Macri, pero recuperar esta libertad llevará muchos años", enfatizó.
Como representante de la asociación, Roberts critica ante todo la carga impositiva –en torno al 30% del PBI- y el gasto público, que creció con fuerza en los últimos años. Es por eso que, hacia delante, Roberts señaló que hay ciertos pasos para que el país recupere la libertad económica. "Si se adoptan estas medidas, mejorará el ambiente de inversiones".
Las medidas necesarias para escalar posiciones dentro de los próximos dos a tres años son:
1. Mejorar el ambiente de inversión: la campaña para erradicar la corrupción debe ser "agresiva", y al mismo tiempo se debe restablecer una magistratura independiente.
CARLOS ALARCÓN
El artículo 120 II de la CPE establece que toda inversión extranjera estará sometida a la jurisdicción, a las leyes y a las autoridades bolivianas, y nadie podrá invocar situación de excepción ni apelar a reclamaciones diplomáticas para obtener un tratamiento más favorable.
El valor supremo de la Constitución boliviana es el "vivir bien” que, dicho sea de paso, no es un descubrimiento de los ideólogos pluris, como nos lo hicieron creer en el debate constituyente, sino de Aristóteles (Política, III, 10, 1281 a.p. 85), es decir, que el padre ideológico de la Constitución, en el aspecto central de ella, no podía ser más europeo y colonial.
JOAQUÍN MORALES SOLÁ
En algunos momentos se parece al Mauricio Macri de siempre. En otros, es perceptible que algo ha cambiado en él. Es cordial y afectuoso, como lo fue siempre en el trato cara a cara, despojado de cualquier boato y hasta de asistentes.
Es él quien se ocupa de traer dos vasos de agua. Pertenece a esa clase de políticos que dicen y escuchan con la misma atención. Sin embargo, cuando habla por teléfono con sus colaboradores parece el presidente en funciones. Las instrucciones son precisas. Elogia cuando hay que elogiar. Corrige el rumbo cuando hay que hacerlo. ¿Le preocupa el país que recibirá? Sí, claro. Pero se le nota más la seguridad que la preocupación.
Se terminó el tiempo de las batallas ideológicas y de las visiones paranoicas de la historia y de la política. Hay que ir al núcleo de los problemas y resolverlos, dice. El péndulo social se ha movido drásticamente. Una época de gestores concretos de los conflictos está sucediendo a un largo período político extremadamente ideologizado. El gabinete de Macri es producto de esa concepción. Eligió a los que cree que son los mejores para administrar cada espacio de la administración. Les dejará a sus ministros las manos libres para que designen a sus colaboradores. "No voy a ponerles comisarios ni amigos. Que trabajen tranquilos, pero que trabajen", explica.
ARMANDO MÉNDEZ
No es fácil aceptar la existencia de un sólo sistema económico en el mundo que ha ido –y sigue- evolucionado poco a poco hacia la plena libertad. Es la “economía de mercado” cuyos aspectos fundamentales se basan en las conocidas leyes económicas de la oferta y la demanda, las mismas que se expresan en relaciones de intercambio con dinero, y donde prevalece la propiedad privada y la competencia.
Sin embargo, durante el siglo XX la economía se caracterizó por una fuerte y creciente intervención del Estado, desde un extremo, caracterizado por la ex –URSS, hasta los denominados “estados del bienestar” europeos. En el primero, se logró estructurar un “capitalismo de estado” donde desapareció la propiedad privada y donde pasó a ser labor del Estado la fijación de todos los precios. Estos dejaron de determinarse libremente en los mercados. En el caso europeo la caracterización estatal fue la fuerte regulación de los mercados, en particular, el mercado del trabajo, y donde el gasto público crece persistentemente.
En la medida de este avance estatal, readquiere importancia la política, como lo fue lo esencial en los tiempos de la denominada época mercantilista de la economía. Cuando mayor es la presencia estatal se hace normal el aforisma: “El que no está conmigo está contra mi”, lo que implica ningún respeto por el disenso ni por la tolerancia. Y esto se explica porque cuando mayor es la intervención estatal, todos los intereses recaen sobre él, cuando el mismo no tiene la capacidad de resolver los complejos problemas económicos como lo tiene una economía libre de mercado.
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