Economía

JAKUB BOZYDAR 

El beneficio monetario no es el único tipo de beneficio y la gente puede hacer muchas cosas por un beneficio psíquico. Sin embargo, en un mundo complejo y industrializado, el beneficio monetario es esencial para construir economías sostenibles.

Es relativamente fácil entender y apreciar los beneficios de la cooperación directa. El valor de los regalos familiares, la ayuda mutua entre amigos y el intercambio mediante trueque son normalmente bastante evidentes, incluso para alguien sin formación económica. Sin embargo, al ir alcanzando la cooperación social niveles cada vez más complejos, su carácter se hace cada vez más abstracto y, en términos intelectuales, se hace cada vez más necesaria su valoración adecuada.

Las virtudes del beneficio monetario
Una de las herramientas para esa cooperación avanzada es el beneficio monetario. Como explicaba Ludwig von Mises, cumple varias funciones que hacen de ella una guía indispensable para crear valor social en un entorno caracterizado por preferencias diversas, altos costes de transacción y un alto grado de anonimato interpersonal. Alerta a los productores sobre demandas insatisfechas de consumidores. Proporciona una escala uniforme de valor de intercambio que permite una buena contabilidad de costes.

Motiva a los empresarios e éxito para hacerse aún más productivos. En resumen, es el nexo central del intrincado proceso evaluativo que hace posible una cooperación social compleja o, parafraseando a Frédéric Bastiat, alimenta al mundo. Y puede servir para eso solo cuando todas las personas son completamente libres para evaluar diversos bienes y servicios y recompensar a otros por su disposición de éxito.

IAN VÁSQUEZ

El mes pasado se destapó que la ex directora de la gendarmería chilena, la fuerza penitenciaria del país, estaba recibiendo una jubilación de alrededor de US$8.000 por mes. Cuando se aprobó en 1980 la reforma de pensiones que creó el sistema privado, se mantuvieron en el viejo sistema público las Fuerzas Armadas y algunas fuerzas del orden (como la gendarmería).

A pesar de que el abuso se dio dentro de un sistema de reparto a la antigua que beneficia a una minoría de chilenos y que la beneficiada en este caso fue militante socialista y ex esposa del presidente de la Cámara de Diputados (y también socialista), se usó el caso para atacar al sistema privado al que casi todos los trabajadores chilenos están afiliados. La izquierda declaró que las cuentas privadas manejadas por las administradoras de fondos de pensiones (AFP) otorgan jubilaciones bajas, lo cual indignó a muchos chilenos al ver que las AFP no pagan el nivel de pensión que vieron en el publicitado caso.

En poco tiempo se organizaron marchas de cientos de miles de personas en todo el país bajo el lema “No + AFP” demandando el retorno al viejo sistema estatal de reparto. La presidenta Bachelet esta semana anunció una serie de reformas que le darían al Estado un mayor papel.

Lo impresionante es que la campaña en contra del sistema privado de pensiones se apoya en mentiras, falsedades y distorsiones. El caso chileno importa porque es el modelo que ha inspirado a reformas en docenas de países alrededor del mundo, desde Suecia a Hong Kong y desde el Perú a Polonia. Para evitar caer en la demagogia, es importante contraponer los hechos a las críticas mal fundadas, cosa que ni las AFP chilenas ni las peruanas hacen bien.

MICHEL IBARRA 

La mayoría de los progresistas defiende con uñas y dientes los impuestos altos para financiar la “inversión pública”. Creen que es una herramienta esencial para reducir la pobreza.

Justamente es todo lo contrario y creo que puede entenderse con sólo un poco de sentido común económico.

El problema de los impuestos es doble. Por un lado, está la moral: aunque los impuestos sean necesarios, no está bueno sacarle a la fuerza a la gente lo que ganaron con trabajo honesto. Mientras menos se haga eso, menos indecente y grave es el robo.

Pero el otro lado, que me parece más importante, concierne a los resultados. Los impuestos altos generan todo tipo de distorsiones que dificultan el desarrollo de la gente y afectan más a los que menos tienen, no importa cuán progresivo sea tu sistema tributario.

Precisamente, para que la gente que menos tiene salga adelante, es necesario simplificar y reducir los impuestos. Explico por qué en 5 razones, aunque no son las únicas.

MÁS IMPUESTOS, MÁS COSTO DE VIDA

Muchos impuestos son desplazados a los costos de los bienes y servicios, que en gran medida pagarán las personas de menor nivel adquisitivo. Los pobres pagan IVA y decenas de impuestos indirectos que encarecen la cadena de producción y distribución. Incluso si hiciéramos exenciones del IVA a los alimentos de primera necesidad – algo que hoy no se haría por problemas de recaudación- pensemos en los muchos ejemplos de personas pobres afectadas por la carga tributaria.