Economía

DIEGO SÁNCHEZ DE LA CRUZ

La Gran Recesión ha obligado a las economías desarrolladas a aprobar medidas de urgencia orientadas a frenar la sangría y a relanzar el crecimiento. Sin embargo, no todas las naciones del Viejo Continente han combatido la crisis con la misma efectividad. Países como Irlanda han afrontado el reto con una apuesta franca por mantener un alto grado de libertad económica. Como esta apuesta contaba con un respaldo social amplio, el proceso reformista ha funcionado razonablemente bien.

En otros países de la periferia europea, como es el caso de Grecia, la adopción de medidas de calado ha sido tardía y, a menudo, contradictoria. En consecuencia, las reformas no se han terminado de implementar y la crisis se ha prolongado. Esto se ha traducido en un empobrecimiento social que también ha ido de la mano de un fuerte deterioro de la estabilidad política. Y, aunque los "rescates" aprobados desde Europa han supuesto un desembolso de 220.000 millones de euros, Atenas ha incumplido el 74% de los acuerdos firmados con la Troika.

La diferencia entre Irlanda y Grecia nos recuerda que sin buenas instituciones no hay paraíso. Desde la década de 1980, Irlanda ha limpiado sus administraciones de corrupción y ha adoptado reformas económicas basadas en ofrecer un marco de mayor libertad a trabajadores y empresas. Los cambios han contado con un amplio respaldo social, como refleja el mantenimiento de la agenda reformista a lo largo de los años y con gobiernos de distinto color político.

El Tigre Celta ha demostrado su capacidad para capear la Gran Recesión y recuperar la senda del crecimiento. En Grecia, sin embargo, la corrupción se ha enquistado y la economía no solo no ha ganado en libertad económica, sino que se ha convertido en una de las menos capitalistas del mundo, como acredita el Índice de Libertad Económica en el Mundo que elabora la Fundación Heritage y difunde Civismo en España.

Iván Carrino

A la hora de hablar de pobreza, muchos piensan que la solución radica en incrementar las ayudas y los subsidios estatales. Sin embargo, la verdadera base de la prosperidad es la libertad económica y el crecimiento.

Aunque nos cueste creerlo, vivimos en un mundo que está cada vez mejor. Sí, es cierto que Argentina está en recesión, que las tarifas subieron, que sigue habiendo violencia en el mundo y que los mercados internacionales se vieron sacudidos por el Brexit. Sin embargo, hay un dato que, a medida a que pasan los años, muestra una evolución positiva.

Se trata de la pobreza a nivel mundial. Según los últimos datos divulgados por el economista Max Roser, la pobreza en el mundo se encuentra en los niveles más bajos de la historia. Además, la tendencia es declinante. En 1981, el 44% de la población mundial vivía con menos de USD 1,9 dólares por día. En 2015, ese número se desplomó y alcanzó el nivel mínimo de 10%.

STEPHEN HICKS 

Todos queremos que la gente logre vivir en forma adecuada, especialmente las personas pobres que están luchando por ello. Y si somos ambiciosos, queremos además que la gente pueda vivir una buena vida, que incluya cosas caras como comida de calidad, educación, salud y viajes.

¿Cuál es la razón de las grandes diferencias en el desempeño económico entre las dos Américas?

Tomemos algunas cifras del PIB del Banco Mundial, una forma de medir el éxito económico. Los datos del PIB son sorprendentes.

Comencemos con un país pobre como Bolivia: el PIB per cápita es de $3.000 (USD). En Paraguay, la gente es más próspera, con $4.500. Y los ecuatorianos y peruanos son el doble de ricos que los bolivianos, con más de $6.000 por año.

Subiendo por la escalera económica: los colombianos, mexicanos, brasileños y argentinos suelen hacer alrededor de $8.000, $10.000, $11.000 y $12.000 por año, respectivamente. Ya la diferencia entre Bolivia y Argentina es de cuatro veces. Impresionante.

A continuación, la nación latinoamericana más exitosa: los chilenos producen más de $14.000 por habitante. También impresionante.

Pero ahora comparemos esto con Canadá, donde el PIB por año es de $50.000. Y tenemos números aún más altos en Estados Unidos: más de $54.000 por año.

Iván Carrino

En el día de hoy se cumplen nada menos que 240 años de la redacción y firma de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos. Mediante ese texto fundacional, el país del norte se declaraba independiente de la corona británica pero también afirmaba las bases sobre las cuales se organizaría el país. Tal vez lo más destacado del escrito se encuentre en su preámbulo. Allí, los representantes dejaron claro el rol del Gobierno cuando afirmaron que los seres humanos tenían derechos inalienables como la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad y que “para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos”.

Este pequeño rol asignado al Gobierno, junto con la salvaguarda de que el pueblo tenía derecho a derrocarlo si éste se transformaba en uno despótico, generó consecuencias trascendentales para el posterior desarrollo de esa nación.

100 años después de firmada la declaración, Estados Unidos era una de las naciones más avanzadas del mundo. Con un Estado que no superaba el 5% del PBI, una moneda sana y fronteras abiertas a la inmigración, en 1905 ya se habían despegado del resto de los países. Ese año, el PBI per cápita norteamericano fue de US$ 7.700 y la esperanza de vida de 50 años, frente a un promedio de 33 a nivel global.

En la actualidad, el país sigue posicionado entre los primeros diez en el mundo, pero algo está cambiando de manera profunda en el territorio que alguna vez fue el “faro de la libertad”.